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Prefiero admirar que envidiar y prefiero el talento a la mediocridad.

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Quizás esto no tenga nada que ver con la TxD o sí.
Quizás no tenga nada que ver con el progreso o sí.
Quizás no tenga nada que ver con lo que habitualmente comparto sobre tecnología y cambio… o quizás sí.

Pero llevo días, tal vez semanas, pensando en estos dos conceptos y siento la necesidad de saber si soy la única que se siente así.

Queremos un futuro mejor para nuestros hijos; un país más próspero donde pasar el resto de nuestra vida; queremos tener más oportunidades, ilusiones, aventuras y sin embargo miramos a nuestro alrededor, mejor dicho, miro a mi alrededor y veo demasiada mediocridad.

No es porque no haya gente extraordinaria, con profundos talentos. Las hay, pero en el día a día es difícil verlas brillar.

Encuentras personas fantásticas, con capacidades increíbles. En mi querida Telefónica están los mejores profesionales que yo he conocido del mundo de la tecnología, con experiencia y sentido común. En la universidad encuentras talento y creatividad en ambos lados de las aulas. En la calle, personas que montan sus negocios con mimo y seriedad, tradicionales o innovadores. Jóvenes, perdón, millenials, con ideas increíbles y ganas de comerse el mundo y trabajar sin descanso.

Pero pocos salen en la televisión. Por desgracia no venden, o no vendemos, millones de libros. No colman lo largo y ancho de todas las organizaciones, sembrando de futuro, ideas y experiencia la estructura económica de nuestro país.

¿Es así? ¿Veis lo mismo que yo? Si es así, ¿por qué? ¿Dónde estamos? ¿Dónde estáis?

Probablemente una de las razones sea que vivimos en un país donde el virus de la envidia lo inunda todo y no tenemos una vacuna preparada para acabar con ella.

Parece que prefiramos estar mal si nuestro vecino está peor. Por supuesto, pocos somos los que celebramos el éxito de los demás. Si alguien triunfa es un estafador, un enchufado o simplemente no nos gusta. Nos desagrada mirar desde abajo, deseando alcanzar cotas más altas. Preferimos ser “el más listo de la sala” en lugar de estar rodeados de sabios y simplemente escuchar. No nos gustan las guapas, serán tontas. Ni las parejas que se quieren, estarán aburridas. Ni los emprendedores de éxito, serán unos niños pijos…

Triunfan los programas donde se destruye al prójimo, se le pisotea y por desgracia, el daño no tiene ni consecuencias ni responsables.

Esto podría quedarse en una anécdota y mis palabras en un canto paternalista si no fuera porque creo que tiene unas consecuencias contraproducentes para nuestra sociedad y para nosotros como individuos.

Cuando fomentamos la envidia estamos generando dolor y desdicha; tristeza por desear algo que no tenemos. La palabra envidia proviene del latín invidere:  in (poner sobre) y videre(mirar), poner la mirada sobre algo. Pero en latín significada hostilidad, maleficencia…

Todo esto generamos cuando fomentamos la envidia, actitudes destructivas para los demás y sobre todo, para nosotros. Nos convertimos en algo pequeño, sin ilusión por alcanzar a aquel que tiene cosas que deseamos.

¿Por qué envidia en lugar de admiración? La admiración considera con estima o agrado a alguien que llama la atención por sus cualidades “extraordinarias” o “sobresalientes”. Un cambio de foco sutil, que modifica por completo la actitud de una sociedad.

Esta idea me ha llevado también a reflexionar sobre la gestión del talento y el liderazgo en nuestro país. Si prima la envidia sobre la admiración como sentimiento generalizado, es posible que eso explique en alguna medida el miedo a rodearnos de personas extraordinarias y sobresalientes, en resumen, de personas con talento y con capacidades que no tenemos aunque pudiéramos conseguir.

Los que están por encima de nosotros, nos generan miedo e incluso rechazo, nos sentimos amenazados y quizás empequeñecidos en lugar de a desear rodearnos de inspiración y aprender sin parar de personas con virtudes y talentos diferentes a los nuestros.

Si de verdad esto es una enfermedad de este país, estamos muy enfermos. El oxigeno de una sociedad y de sus empresas, es el talento y el liderazgo. El talento es difícil de comprar, complejo de incubar, imposible de copiar y un bien que nos permite diferenciarnos y competir mejor. El liderazgo es fundamental para identificar talento y sacar el máximo del mismo; para marcar objetivos y guiar hacia ellos; Para ilusionar y motivar en un fin común.

Sin lo uno y sin lo otro ¿qué futuro nos espera?

Yo me comprometo a sembrar la semilla del mérito, identificar talento y ayudarlo; seguir compartiendo y ayudar a que mañana sea mejor que ayer y el año que viene estemos mejor que hoy, pero os pido ayuda. Demos visibilidad al talento; Agradezcamos a quienes  nos ayuden y compartan; Identifiquemos con nombres y apellidos a los que tuvieron las ideas; Pongamos flechas imaginarias a aquellos que con su energía, valentía, talento y generosidad, quieren cambiar el mundo.

Fomentemos la meritocracia en lugar de la mediocridad y tendremos un país más justo, más fuerte y más sano para vivir ese futuro en el que todos vamos a vivir