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Las raíces de nuestro futuro

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Cuando el año llega a su fin es momento para hacer balance, pero sobre todo es momento para mirar hacia adelante, hacia el futuro y dibujar los mapas del camino a seguir.

Imagino la mente humana y si tuviera la posibilidad de dibujarla lo haría como un árbol. Un árbol que para asegurarse de que crece robusto y sano debe albergar unas sólidas raíces que viajen hasta lo más profundo de la tierra, que se expandan para ser capaces de absorber el mas mínimo resquicio de sales minerales y se agarren con fuerza al suelo como sostén para crecer, para volar, para llegar alto en busca del sol, cerca del cielo, donde los animales puedan formar parte de su vida.

No se por qué pero me siento cada vez más ajena a este mundo. Ni los libros que aparecen en las listas de “mejores del año” me gustan, ni las películas más premiadas, ni los restaurantes con más reseñas; creo que voy a utilizar las listas precisamente para saber qué no ver, qué no escuchar y, por supuesto, qué no leer y no comprar.

Al final, todas estas recomendaciones, listas y mejores del año, nos llevan a todos como ovejas a leer lo mismo, pensar lo mismo y sentir lo mismo y, francamente, me aterra. Textos superficiales, películas aparentemente profundas pero, al final, superficiales; arte que no lo siento como tal y movimientos que si no sigues y aplaudes, eres un raro.

Hoy leía en un regalito precioso que me han hecho, un librito de aforismos de Oscar Wilde, lo siguiente: “Es absurdo seguir una regla rigurosa e invariable sobre lo que debe o no leerse. Más de la mitad de la cultura moderna depende de lo que no se debería leer.”

Toda esta marea aparentemente ineludible, además, nos hará sentir que si no la seguimos somos raros. Sí, raros y posiblemente viejos. Quizás también nos sintamos solos porque ya no tengamos muchas guías en quien mirarnos.

Siempre he admirado a esos “viejos” que, mirando un cuadro en el Prado, son capaces de contarte su historia como si hubieran estado ahí, con la admiración de la juventud. Pensaba que leyendo, leyendo y leyendo, estudiando, estudiando y estudiando podría llegar allí donde ellos estaban, pronto. El libro «El ojo del observador» me ha encantado precisamente porque ayuda a contextualizar, un pintor y todo lo que sucedía a su alrededor, la ciencia, la óptica en esa maravillosa Delft.

Pero no, en la vida no hay atajos, no se puede llegar antes a los lugares a los que te lleva la vida gracias a la experiencia y a la edad. En la vida hay caminos. Caminos que recorres, donde decides cuántas ventanas y cuántas puertas quieres abrir. Para caminar, vamos paso a paso, a pasos certeros, que nos permitan avanzar con determinación, con mucha determinación, sin mirar hacia atrás.

Quiero centrarme en cómo alimentar las raíces de los que aún tienen mucho por delante. Creo que estamos promoviendo un aprendizaje y una enseñanza cada vez más superficial, donde se da poquito de mucho y mucho de poco. Donde son expertos en nada y ni siquiera generalistas. Llenamos a nuestros hijos la cabeza de pájaros con palabras como emprendimiento y empoderamiento, y les hacemos creer que con dos de ésto, tres de aquéllo y un garaje, todos van a ser «entrepreneurs», en inglés que es aún más atractivo, y que así tendrán éxito y dinero. ¡Qué terrible error! ¡Cuánto fracaso innecesario! Nadie les habla del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio, de que la preparación es la base del éxito.

Hay una historia para cada persona pero desde cualquier ámbito de la formación, alguien con ilusión, energía, perseverancia, capacidad de sacrificio y valentía puede convertirse en lo que quiera si verdaderamente es lo que desea. Pero, sobre todo, si tiene una base y un interés sólidos.

Yo tengo 46 años y sé que en lo que me queda de vida voy a tener que reciclarme varias veces más si quiero que mis hojas salgan frescas después de otra primavera. Y si pienso en nuestros hijos, que están lejos de esos momentos, tendrán que estudiar siempre, como nosotros.

¿Cómo alimentar sus raíces para que puedan evolucionar durante más de 50 años? ¿Por dónde empezar?

Muchas de las lecturas de este año que acaba me llevan al mismo camino. El camino de lo puro. Empezar por lo puro, lo esencial, lo básico. Desde lo esencial, podremos esculpir lo que queramos más adelante, reorientarnos, pulirnos, mejorar, ampliar. Y una vez más, aquí me tenéis, contracorriente quizás. Como con el cine, el arte, los libros y la comida, volviendo a ir en sentido contrario a los demás.

Desde las matemáticas, la ingeniería, la historia, la filosofía, la economía, la estadística, la filología, el derecho, la biología, la medicina, desde el estudio profundo de materias clásicas y básicas podremos redefinirnos. Podrán construir, matizar, suavizar, ampliar, hacia un lado y otro, pero desde unas raíces que deben ser profundas y sólidas desde el principio.

Acabo de leer el libro de Antonio Garrigues Walker, “Manual para vivir en la era de la incertidumbre». Me ha parecido un privilegio leer los pensamientos de un hombre del renacimiento en el siglo XXI, ha sido como poder pasar alguna tarde con él y que, por la teoría de los vasos comunicantes, parte de su sabiduría se haya trasladado a mi cerebro. ¡Qué generosidad la suya!

Y una vez más, me reafirmo en que este abogado y jurista de éxito, parte de un profundo conocimiento de una materia angular dentro de las áreas de conocimiento, una materia muy pura, y desde ahí se es perfectamente capaz de absorber conocimientos de muchos otros ámbitos, la economía, el arte, la música, siempre que hayamos alimentado la curiosidad. Estamos en un cruce de caminos en el que tendremos que elegir cómo logramos fortalecer nuestras raíces para que nos permitan seguir creciendo hacia el futuro pero, sobre todo, tenemos que ayudar a nuestros jóvenes a que alimenten sus raíces y que éstas les permitan crecer y crecer para llegar tan alto como deseen.

Leyendo el último libro de Julian Barnes, “Con los ojos bien abiertos”, aprendemos sobre arte y artistas, y nos narra bellas historias sobre sus vidas y sus épocas; eso nos lleva a la historia y de ahí pasamos a la ciencia, a la filosofía que nos ayuda a entender y a poner en perspectiva lo que estamos viviendo y así, poco a poco, con el paso del tiempo, ir conectando los puntos que nos harán sentirnos mayores, pronto, quizás demasiado.

Muchas gracias por leerme y Feliz Navidad.

 

PD: Por cierto, comparto cuáles han sido mis principales experiencias culturales del último tramo de 2018:

No me ha gustado la aclamada película «Roma»: me parece lenta y pretenciosa, con una maravillosa fotografía, pero no mucho más. Quizás alguien ahí puede explicarle a una persona sensible dónde está lo increíble de esta película. Como también de “Cold War”, otra “obra maestra” que a mí me ha producido desazón y hastío. Está de moda el blanco y negro, eso esta claro, pero no es más que una historia de autodestrucción, yo no veo amor por ninguna parte. Sin embargo, me ha encantado la película “Ralph rompe Internet”, es divertida y muy ocurrente la manera en la que se describe algo tan abstracto como el mundo digital.

La exposición de fotografías en el Museo del Prado, prescindible. Y la del Reina Sofía, innecesaria. Menos mal que el simple hecho de pasear por ambos edificios y por sus fondos es todo un privilegio.

Me ha encantado el libro de Andrea Wulf «La invención de la Naturaleza»: no está en ninguna lista y gracias a él he descubierto a un hombre que cambió para siempre la concepción de la ciencia, antes que Darwin. De hecho, le inspiró profundamente: von Humboldt.

Me gustan las cosas que le hacen feliz cada semana a Javier Aznar (@guardian_el_) en Vanity Fair: son una fuente de inspiración y de profunda alegría y optimismo en un momento donde parece que sólo vemos el lado horrible de las cosas.