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Escuela para una vida. El campo

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En mi afán por ir contracorriente pero escuchando a mi instinto, estoy buscando mi lugar en la tierra.

Esencialmente creía que era de ciudad, pero quizás con el paso del tiempo, la edad o todo junto, siento una llamada especial hacia la naturaleza, sin importarme estar lejos del mar. Curioso.

Traigo aquí de nuevo a Antonio Pau que en su libro sobre escapar, se refiere al deseo irrefrenables que a una determinada edad, todos tenemos hacia la naturaleza, el campo, los pueblos… vamos, que soy de lo mas vulgar, pues debe pasarnos a muchos.

A veces los urbanitas, hemos mirado a los de pueblo como eso, gente de pueblo, pueblerinos, con una especie de superioridad incomprensible. Yo nunca he tenido pueblo, ni he tenido referencias de pueblo, pero todo aquello que «olía» a rural, se percibía como peor, a lo urbano.

«Las ciudades son el colmo del desarrollo, el orden, la seguridad, de la civilización.»

Mi percepción está cambiando. Siento que en los pueblos, y los hay de diversos tamaños, podemos disfrutar de prácticamente todo ese desarrollo, orden, seguridad y civilización mientras recuperamos sensaciones, sensibilidades y capacidades muertas, pero mas importantes de lo que pudieran haber sido hasta hace 50 años.

Desarrollar nuestros sentidos, aprender de la naturaleza, algo que viene obsesionandome mucho tiempo y vivir cerca de los ciclos vitales de lo que somos, es algo que solo se puede aprender viviéndolo ahi mismo, en esta magnifica escuela de la vida.

Cada fin de semana que paso tiempo en el campo, me doy cuenta de las gentes tan extraordinarias que hay en todas partes. Ya no solo no me cabe en la cabeza mirar a nadie con superioridad, sino que me siento pequeña, enana ante la sabiduría de estas gentes y la experiencia multiple, como diriamos ahora, «blended» que atesoran y la cantidad de cosas diversas y valiosas que muchos de ellos conocen e incluso dominan.

Agricultores que tienen semilleros que han pasado de padres a hijos, y que producen semillas de melón para toda España, desde un semillero en mitad de un campo de Castilla; Hasta valientes que redefinen la agricultura ecologica mientras hablan de filosofía, de nutrición y de enfermedades mentales. Todo ello y mucho más en menos de 15 kilometros a la redonda. Pero tambien hay tiendas de botones como los de antes, pastelerias como las de Bilbao «de toda la vida» y las mismas posibilidades de entretenimiento y comunicacion que a diario una persona que trabaja y vive en una ciudad, puede disfrutar pues al final, no tenemos tiempo para todo, vivamos donde vivamos.

El mejor regalo para mi, es aprender de estas gentes, sabias de naturaleza, de aceite, de pistachos, de espárragos purpura y de sus magnificas propiedades derivados de su ADN mucho mas amplio, que el de los verdes…de almendros, de gallinas, de azadas, de rastrillos, de tractores, de pan bien hecho, de panceta… sentir el verdadero efecto del calor o de la lluvia y enteder que hagamos lo que hagamos, hay mucho que ni ahora ni nunca dependerá de nosotros, porque la vida, es como el campo, preparamos la tierra, sembramos, esperamos y si todo sale bien y nada sale mal, entonces recogeremos el fruto del tiempo y de la siembre. Pero debemos estar preparados para todo. Para el frio o el calor. Los conejos o las gallinas. Para el fuego o el agua. La vida es eso. Paciencia y amor; Amor y paciencia y después, Dios proveerá… como dicen en el campo.

Gracias por leerme.