Ayer tuve la suerte de compartir mesa redonda con dos mujeres extraordinarias: Ana Maria LLopis y Maria Jose Talavera. Cuando Jaime Canterano nos preguntaba a las tres al final del acto qué fenómeno iba a cambiarlo todo en el futuro próximo hemos coincidido en varios; como pasa siempre en estos casos, cuando los demás ya han hablado de BlockChain y del Big Data, a uno le toca improvisar para que no resulte repetitivo, así que improvisé compartiendo lo que me salía del corazón… la gran disrupción estará en nuestro propio cerebro. ¿Loca? ¿Estúpida? Es posible que sí, pero yo seguiré con mi cruzada de poner locura, estupidez o sensatez a este maravilloso fenómeno de transformación digital.
Es evidente que entramos en una era desconocida. Donde la máquina más perfecta y más avanzada ya cuenta con sensores a lo largo de toda su superficie que le permiten percibir diferencias de temperatura, de humedad; oír sonidos y sentir incluso vibraciones; observar diferencias de luz, percibir siluetas y distinguir objetos; diferenciar aromas deliciosos frente a gases peligrosos y degustar sabores y texturas extraordinarias; el dulzor, amargor, acidez… Esta máquina somos nosotros. La tecnología humana que a estos cinco sentidos muchos suman uno adicional, la intuición. Yo coincido con ellos.
Internet de las Cosas
En nuestra cruzada por evolucionar, uno de esas tecnologías que van a provocar la gran disrupción en los próximos años es el Internet de las Cosas (IoT). Cuando pienso en cómo explicar de manera sencilla y bella el concepto, me gusta imaginarme que de alguna manera esta tecnología nos permite dotar a las cosas de sentidos, Sí, de los cinco sentidos. Pensar que una farola, un viñedo, un bidón de gasolina, un banco del parque, una tubería de agua, un coche, un camión pasan de ser simplemente cosas, a poder oír, ver, sentir, oler… es tan inspirador como para idear nuevos negocios, nuevas ideas para mejorar tanto en eficiencia como en información de nuestros negocios, pero también porque además de la reinvención de las empresas tradicionales, surgen modelos de negocio, algunos completamente nuevos.
Para dotar de sentidos a las cosas necesitamos sensores. Colocamos sensores en esa farola, ese viñedo o ese bidón, algo que nos permite recopilar información de lo que le sucede y de lo que ocurre a su alrededor. De alguna manera, nos convertimos en ubicuos y podemos trasladar nuestra capacidad de ver, oír y tocar algo que nos importa, que nos interesa estemos donde estemos. Eso es casi magia; porque como escribió Arthur C. Clarke, toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
Podemos asegurarnos de que los niveles de azúcar de una persona diabética son los adecuados; podemos mejorar el flujo de tráfico si indicamos a los conductores dónde aparcar y por dónde el trafico está más fluido; minimizar los consumos de energía y agua si controlamos de manera constante el estado de humedad de nuestros huertos mientras, además, controlamos la madurez de cada pieza de fruta para asegurar que la que llega a nuestra mesa está en un estado perfecto para el consumo; podemos vigilar cada recoveco de una fabrica sin necesidad de desplegar decenas de vigilantes.
Los casos de uso que nos proporciona el IoT son tantos como podamos soñar, diferentes para cada sector y cada vez más extendidos por la reducción del precio, no solo de los sensores, sino también de la comunicación. No tenemos que preguntar cómo hacerlo, con los sentidos de las cosas, sólo tenemos que pensar el qué.
Me sorprende ver cómo incluso compañías que podrían estar alejadas del mundo digital innovan. La semana pasada me sorprendía ver cómo una compañía de maletas, Rimowa, incorporaba sensores en forma de etiquetas electrónicas para que los viajeros puedan anticipar el check-in de las maletas y saber en todo momento dónde se encuentran.
El IoT está cambiando la manera en que gestionamos las ciudades, dando lugar a lo que llamamos Smart Cities, pues convertimos a las urbes en organismos inteligentes donde gestionaremos de manera optima los recursos contribuyendo a una vida más cómoda y mejor para el ciudadano.
De la misma manera, gestionamos y gestionaremos de forma muy diferente nuestra salud y nuestros cuerpos. Gran parte de los avances del nuevo sector de E-Health se basan en la sensorización y control constante de lo que sucede en nuestro organismo.
Las fábricas están reinventándose apoyándose en IoT, así como en la automatización, robotización y la impresión 3D o 4D… el llamado fenómeno Industria 4.0.
El IoT y los sensores en los automóviles, camiones y otros medios de transporte están vislumbrando ya un cambio radical del negocio de la movilidad, tanto de personas como la logística de las cosas. Vemos como surgen desde nuevos modelos de negocio a nuevas industrias impulsadas por la tecnología en forma de IoT y de plataformas de economía compartida que nos permiten reinventar la manera en la que nos movemos: Uber, Car2Go, Google y sus coches autoconducidos están cambiando el paradigma del transporte.
Cosas, cosas conectadas, en todos los lugares del mundo. Cosas que ven, pero no miran. Oyen, pero no escuchan; Perciben, pero no llegan a sentir aunque tengan sentidos; Cosas que no dejan de ser cosas, pero que configuran una nueva red, un nuevo mar de datos, con los que podemos reinventar negocios, compañías, sociedades enteras.
La primera vez que vi un iPhone fue en Uruguay. Un colega de Telefónica acariciaba atónito el carrusel de la alarma y lo tocaba con suavidad hasta pararlo en la hora adecuada. En aquel momento solo le dije: “Es curioso… estamos dejando de tocarnos entre nosotros; de abrazarnos, de mirarnos, de escucharnos y nos deleitamos tocando esta maquina, maravillosa, pero máquina”.
No dejemos de sentir con los cinco sentidos y con ese sentido extra que nos ha regalado el destino, mientras el mundo se llena de ojos, oídos y piel…