Hace unas semanas en uno de esos preciosos paseos por Madrid que nos damos como si fuéramos turistas, entramos en el Museo ABC donde hemos hecho muchos descubrimientos, muchísimos. Esta vez fue un ilustrador, Jimmy Liao, lleno de color, de imaginación y con una capacidad increíble de hacernos sonreír.
Al salir de la exposición, compré un par de libritos suyos que han estado ahí sin abrir desde entonces y he estado viendo la portada de uno de ellos, «Hermosa soledad», desde mi silla de mi nueva oficina en mi salón.
Hermosa soledad
Después de estar aquí en soledad y de leer estas dos palabras he querido reflexionar sobre lo hermoso de mi retiro incluso dentro de lo terrible. Estoy aprendiendo mucho de mí misma, imagino que como todos vosotros. En mi caso, me recuerdo una vez más a mi amatxu que pasó mucho tiempo sola y disfrutaba profundamente de esa soledad que imagino que al principio le resultaría amarga.
No quiero hablar de la amargura, esa que aún siento cada día a muchas horas, decidí alejar a mi hijo de Madrid y de mí hace semanas, yo no podía evitar ir a la oficina y no quería ponerle en riesgo y tb de mi familia extendida, para minimizar cualquier riesgo para ellos. Nada de amargura.
Me gustaría hablar de la hermosa soledad, de mis pequeños descubrimientos estas primeras semanas, de las cosas que más que hacerme llevadero el encierro, realmente me hacen feliz, profundamente feliz.
Madrugar
Madrugar y organizar mi día, pronto, antes de que amanezca y poco a poco ser consciente de que amanece. Observar cómo los primeros días en casa amanecía después de las siete y media y hoy a las siete el sol ya asoma por el oeste…y sentir que sigo el ritmo del sol en su camino hacia la primavera.
Observar el movimiento de La Luz desde el salón, los cambios de La Luz a lo largo del día, el sol, las nubes y hoy la nieve. Ser mucho más consciente que nunca del movimiento del día y de cómo, aunque el mundo pare, la tierra sigue, la naturaleza sigue su camino.
Esto es maravilloso pero también me hace sentirme aún más pequeña. Me siento «Nada». Soy nada, somos nada. Invisibles también nosotros como el virus que nos ha encerrado aquí. Invisibles para la noche y el día; para el frio o el calor; para las nubes o el sol. Hagamos lo que hagamos, la tierra sigue su curso, sigue su camino y parece que hoy esta riéndose del daño que le hemos hecho hasta ahora.
Los árboles
Los árboles recibiendo a la primavera. Antes del encierro, en mi carrera matinal, empece a correr mas despacio para atrapar el cambio casi diario de los arboles en mi recorrido. Hay unos en particular, llenos de flores blancas que han ido apareciendo y que han teñido la plaza de Cibeles de blanco. No pude seguir mi trote hacia el norte. Tuve que parar y hacer unas fotos pero sobretodo retener su belleza dentro de mí. Hoy no se si siguen ahí pero veo desde mi ventana, unos arbolitos que también están comenzando a dar la bienvenida a la primavera.
Soy más consciente y más sensible que nunca a esa naturaleza.Ver árboles; Sentir el aroma de las flores o del mar ; Volver a tocar la área en mis pies; Que regalos ahora tan dejamos y que recuerdos tan increíbles. Lo que daríamos hoy por cualquiera de esas cosas, incluso en soledad, sobre todo en soledad. Necesito naturaleza más de lo que la naturaleza me necesita a mi, creo que no había sido consciente de lo que supone eso si todos empezáramos a sentir lo mismo.
La música
Cuando mi hijo nació, alguien maravilloso me regaló una caja con las obras completas de Mozart. Después yo me compré las de Bach y está semana, en este retiro, me he lanzado a Beethoven. Estos días, me acompaña casi constantemente una música suave de uno de estos genios de todos los tiempos. He decidido que voy a escucharlo todo, escucharlo. Si me despisto vuelvo a ponerlo, para sentir la diferencia del violín o el clave; la intensidad y la emoción de cada pieza y por supuesto, lo que me emociona y lo que no . Recuperar la capacidad de escuchar música clásica es algo que para mí esta siendo un regalo.
El orden
Soy una persona organizada, pero habitualmente no tenemos tiempo ni para ordenar con paz. Me esta haciendo feliz ordenar con cuidado, con tiempo, con cariño por mis cosas, por nuestras cosas. Recordando y almacenando lo que no volveré a usar para darle una vida nueva. Me relaja ordenar la compra que llega una vez por semana. Sacar con cariño, la fruta y la verdura; limpiarla, ordenarla y colocarla de forma estructurada para que nada se estropee. Quizás me este volviendo loca… y aún nos queda más de la mitad del camino.
La lentitud y las gracias
Por la mañana, sin correr, sin salir a correr quiero decir y despacito, ambas cosas, me preparo un desayuno de fruta y de lo más profundo del corazón, hago una pausa, respiro hondo y doy las gracias. Me sale del corazón. No sé cuando comenzó a suceder pero algo pasó que me empujo a parar y antes de empezar a desayunar, pensar y dar las gracias. No es religioso… es humano… o si lo es, no lo sé. ¡Qué más da!
En ese preciso momento doy las gracias por tener fruta fresca; por desayunar sin prisas; Doy las gracias por estar sana, por respirar y que no me duela nada; Por estar conectada a quién me importa y a lo que me importa, con mi música de fondo acompañándome, eso por supuesto. Porque mis seres queridos están bien, sanos y salvos.
Hay muchas más cosas que estos días me hacen feliz y muchas otras que echo de menos y me haría la persona más feliz de la tierra.
Pasear por mi playa, por nuestras playas o por el Botánico o flanear por esta maravillosa ciudad de cielos azules, pero creo que nuestras responsabilidad estos días es encontrar todas aquellas cosas que en esta situación nos llenan de vida y estar preparados para no olvidar jamás lo afortunados que seremos los días que a partir de ahora, no tengamos que volver a encerrarnos para proteger nuestro futuro, nuestra vida.
Estamos en guerra y yo estoy a salvo, creo que es justo dar las gracias en voz alta.
Feliz fin de semana y buscad vuestra infinita felicidad en todas esas pequeñas cosas.
Gracias por leerme.
PD.
Ikea como en las pelis
Tras los títulos de crédito, los que os hayáis quedado hasta el final tenéis un extra. En esta locura que cada día nos sorprende con más y más sin sentidos, mi querida IKEA me está acompañando también en este retiro.
He recibido una caja de producto pequeño que me esta facilitando tremendamente la vida y quiero compartir con vosotros, por si también os hace la vida más fácil y os trae un poquito de mi felicidad y comodidad en este momento.
Krama
Unas deliciosas toallas de la sección de bebé que se pueden usar para las manos y echarlas a lavar después, de un solo uso. Prácticas y estupendas para no reutilizar el textil y no consumir papel sin parar. No hay que plancharlas y son preciosas. Se lavan genial a 90 grados.
Gruppera
Un juego de servilletas que yo utilizo como trapos de cocina, pequeñitos que también echo a lavar tras un uso, todo a 90 grados.
Byllan
Un magnífico soporte para poder trabajar con mi ordenador en cualquier sitio, no solo sobre una mesa, sino sobre un sillón. Cómodo para no estar todo el día sin movernos de la mesa.
Sigfinn & Bergenes
Soportes para mis móviles y tablet, de bambú para tener mi panel de control ordenado además de bonito.
Istad
Bolsitas de diversos tamaños que a mi me sirven para todo, ya os contaré todo lo que hago con ellas, si seguimos aquí mucho más tiempo, pero estos días son maravillosas para ordenar la comida y las verduras en la nevera, para organizar el congelador… son de materiales reciclados y se pueden lavar en el lavavajillas, se puede reutilizar.
IKEA 365
Antes de que todo esto sucediera o más bien explotara de esta forma en nuestro país, hice un inmenso pedido de tuppers de cristal que estoy utilizando de manera obsesiva para todo. Se lavan con facilidad, se apilan también fácilmente, son preciosos dentro y fuera de la nevera y tienen la versatilidad de que hay tapas de plástico y herméticas pero también las hay de bambús y herméticas.
Esto es todo colegas.
Feliz fin de semana y gracias por leerme.
Mosiri